22

Sep

2025

ARTÍCULO DE OPINIÓN

Elecciones 2026: confianza y esperanza cívicas

Confiamos y tenemos esperanza en la democracia para lograr un Perú mejor. Esperanza y confianza son dos virtudes humanas. Dos cualidades excelsas que, como votantes en las próximas elecciones, hemos de ejercitar.

Por Luis Eguiguren. 22 septiembre, 2025. Publicado en Diario El Peruano, el 20 de septiembre 2025

Estamos próximos al inicio de la campaña política para las Elecciones Generales del domingo 12 de abril del 2026, para la elección del presidente y vicepresidentes de la República, así como de los senadores y diputados del Congreso de la República y de los representantes peruanos ante el Parlamento Andino.

En el Perú, en medio de todo, confiamos y tenemos esperanza en la democracia. Aunque la mayoría somos conscientes de que, en este mundo, plagado de errores humanos y transgresiones éticas, nadie pretende que la democracia sea perfecta ni omnisciente. Por esto, ‘se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, con la excepción de todas las demás’, según Winston Churchill, en su discurso ante la Cámara de los Comunes, el 11 de noviembre de 1947 (quien estaba en la oposición en ese momento, tras haber perdido las elecciones de 1945). Es importante notar que Churchill introdujo la frase con “se ha dicho”. Esto indica que no se la atribuía como original suya, sino que ya circulaba en el discurso público. Aun así, él la popularizó y se ha convertido en una de las citas más emblemáticas sobre democracia.

Confiamos y tenemos esperanza en la democracia para lograr un Perú mejor. Esperanza y confianza son dos virtudes humanas. Dos cualidades excelsas que, como votantes en las próximas elecciones, hemos de ejercitar; y, solo podremos hacerlo en las urnas electorales, si ponemos el debido interés personal en cultivarlas.

No olvidemos que, estas virtudes tienen sus extremos indeseables para un votante responsable. En el caso de la confianza cívica, el extremo por defecto es el rechazo arraigado a confiar en alguien —escepticismo respecto a la política— que induce al voto en blanco o al viciado. En el caso de la esperanza cívica, el extremo por defecto es la desesperanza en progresar por la democracia, yendo al mismo tipo de voto: en blanco o viciado.

El extremo por exceso para la confianza cívica está en la credulidad del votante, que lo hace presa fácil de ser arrastrado por los demagogos y sus argumentaciones superficiales, invitando a confiar en ellos por motivos banales: más emotivos y fantasiosos, que probados racionalmente.  El responsable cultivo de la confianza cívica consiste en encontrar argumentos de credibilidad en los ofrecimientos que hagan los políticos. Estos argumentos consisten en que sean personas y grupos de ellas que no se engañen —dando promesas irrealizables— ni pretendan engañarnos en las lides electorales.

Como electores, respecto a la confianza en quien votemos, es aconsejable que nos asimilemos a las personas que tienen una empresa y necesitan contratar personal. Suele exigirse para un puesto de trabajo directivo: certificado de buena conducta, referencias de personas honorables, experiencia en el puesto ofrecido, formación académica.

En cuanto al certificado de buena conducta, lo mínimo que podemos pedir para confiar en un candidato es juego limpio en la campaña política. Al respecto, acusar a un rival en la contienda política como mentiroso es, especialmente, motivo de desconfianza, pues supone una acusación injusta. Decir a alguien que miente es juzgarlo en su interior, en sus intenciones. Cuando respetamos la dignidad de las personas, no podemos pretender penetrar en su intimidad. Una persona, un candidato de buena voluntad, no se permite hacer juicios temerarios, sino que actúa, como señala Agustín de Hipona: “Juzguemos de lo que está de manifiesto, pero dejemos a Dios el juicio sobre las cosas ocultas”.

Otro motivo de credibilidad en un candidato son las referencias que tengamos de él, por lo que han hecho, según podemos notar, en beneficio concreto de la comunidad.

Respecto a la confianza en un candidato, hay que dejar de lado las falacias que se pueden presentar en la contienda electoral. Aunque hayan sido descubiertas y tipificadas desde hace muchísimos años, empezando por Aristóteles en su obra: Refutaciones sofísticas; estas falacias aún pueden funcionar para elegir a alguien sin la debida prudencia política. Se dice al respecto que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

Las falacias son argumentos incorrectos, aunque no lo parezca, por cierta aptitud en ellos para persuadir al incauto, por ejemplo, mediante el abuso del lenguaje; o al pasar por alto que, lo importante en un candidato es la habilidad que pueda tener para llevar al auténtico progreso al país y no las pasiones y perjuicios que suscite emocionalmente en los más amplios sectores de los electores.

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